La inflación baja, pero el hambre no: el relato de una estabilidad ficticia

Alguien alguna vez debería medir en términos reales y concretos el impacto que tiene la inflación en la vida de los argentinos desde tiempos inmemoriales. Los últimos Focus Group de varias consultoras están mostrando una tendencia alarmante, la gente está dispuesta a permitir cualquier cosa al Gobierno Nacional mientras las mediciones del índice inflacionario se mantengan en números bajos, aunque sumados en el año siguen siendo altos.

La gente sin embargo confunde algunas cosas. Confunde inflación baja con estabilidad o con capacidad productiva o poder adquisitivo.

La estabilidad de precios, o estabilidad económica, es un concepto más amplio que incluye la inflación baja, pero también considera otros factores como el crecimiento económico, el desempleo y la igualdad social y ese es justamente el punto central de la cuestión.

Evidentemente en este país las cuentas no cierran. O sí, o al menos solo lo hacen para algunos, de lo contrario no se podría entender. Dice el sistema que cada argentino tiene 2100 dólares en billetes físicos, esto es unos 100 mil millones de dólares en el país escondidos en el colchón.

Sin embargo, otros indicadores dan con tierra rápidamente con esos intentos de someter al promedio a todos los argentinos.

– El 58% de las deudas con tarjeta de crédito se explica por el rubro alimentos, lo que marca la centralidad de las compras básicas en el uso del crédito.

– En 2025 el 15% de los hogares tomó nuevas deudas, mientras que el 12% ya arrastraba pasivos desde 2023 o antes. Esto refleja una renovación constante de deuda, ante la imposibilidad de cancelarla.

– El 65% de los hogares contrajo entre dos y tres deudas, el 23% solo una, y el 12% acumuló más de tres. Este último segmento creció 4 puntos con respecto a 2024 (del 8% al 12%), lo que revela una mayor fragmentación y recurrencia del crédito como estrategia de subsistencia.

– El 56% de los hogares destina entre el 40% y el 60% o más de sus ingresos mensuales al pago de deudas, un salto considerable frente a 2024.

Igualmente la gente señala: “hoy tenemos estabilidad”, mientras van de un trabajo a otro para compensar la pérdida del poder adquisitivo y son parte de los fenómenos que más crecen por estos tiempos, el pluriempleo y la sobreocupación -personas que trabajan más de 45 horas semanales. Esta sobreexplotación, también responde a la «flexibilización encubierta del mercado laboral», donde la multiplicidad de empleos y la ampliación de horas de trabajo se presentan como una adaptación a la precarización.

Más datos

– 2,4 millones de trabajadores recurren a múltiples ocupaciones para compensar la insuficiencia de ingresos de su empleo principal, a eso se suman 3,5 millones de ocupados que buscan activamente empleo (ocupados demandantes – 16,6%).

– La sobreocupación alcanzó el 29,2%, lo cual implica que unas 5,8 millones de personas trabajan más de 45 horas semanales, y muchas de ellas superan las 57 horas semanales, lo que equivale a entre 9 y 11 horas por día.

El fenómeno refleja que el problema no es la falta de trabajo sino el tipo de empleo disponible, de baja calidad y escasa remuneración. Todo ello se da en un contexto de caída real de los salarios, el deterioro del poder adquisitivo evidencia la necesidad de complementar ingresos ante la erosión de la capacidad de consumo, así como también el proceso de flexibilización encubierta del mercado laboral.

El pluriempleo récord en 2024 refleja fallas en la generación de empleo de calidad y en la protección social, con implicancias para el bienestar laboral y la productividad

Desde 2017 hasta fines de 2024, el número de pluriempleados creció en 790.000 personas, que además trabajan en promedio 2,5 horas más por semana que en 2017.

Solo entre mediados de 2023 y fines de 2024, 370.000 personas más pasaron a tener múltiples empleos. Esto se debe a la devaluación y la fuerte crisis de inflación, que luego solo se tradujo en una caída marcada de los salarios, con mayor énfasis en los públicos.

Los sobreocupados trabajan un 47,4% más de horas, pero ganan apenas un 12,8% más que el promedio.

Casi 4 millones de personas trabajan en promedio 50 horas semanales, un millón cerca de 62, y otras 900.000 sostienen jornadas de entre 13 y 16 horas diarias. De todo el universo de sobreocupados, el 45,6% son asalariados formales, lo que demuestra que la «sobreexplotación» no se restringe únicamente a la informalidad laboral.

Pese a trabajar 47,4% más horas, los sobreocupados ganan solo 12,8% más que el promedio, con una retribución horaria 23,4% menor y a pesar de estar ocupadas, casi tres de cada diez personas (27,9%) son pobres y un 4,3% son indigentes, lo que revela que el trabajo no garantiza siquiera un umbral básico de reproducción. Esta situación se agrava si se analiza por categoría ocupacional: el 42,2% de los asalariados no registrados y el 38,4% de los cuentapropistas son pobres, mientras que incluso dentro del segmento formal, el 16,6% de los asalariados registrados también se encuentra por debajo de la línea de pobreza.

El 24,7% de los trabajadores obtiene ingresos por debajo del Salario Mínimo, Vital y Móvil, que, por primera vez en la historia reciente, se ubica por debajo de la línea de pobreza para un adulto. Incluso entre quienes trabajan jornadas completas o extendidas, el fenómeno persiste: el 13,9% de los sobreocupados -es decir, quienes trabajan más de 45 horas semanales- tampoco llega a cubrir ese umbral mínimo.

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