El oficialista Frente Renovador de la Concordia (FRC) se impuso este domingo en las elecciones legislativas de Misiones con el 28,47% de los votos, con el 91,42% de las mesas escrutadas. La lista fue encabezada por Sebastián Macías, y ratificó la hegemonía del espacio que gobierna la provincia desde hace más de dos décadas.
En segundo lugar, con un resultado distante pero ruidoso, se ubicó La Libertad Avanza (LLA), liderada por el extenista Diego Hartfield, que obtuvo el 21,82% de los sufragios. A pesar de haber quedado siete puntos por debajo del oficialismo, LLA celebró como una victoria simbólica su ingreso a la Legislatura y algunos concejos municipales. Sin embargo, lo que predominó en su discurso posterior fueron las denuncias sin pruebas y los cuestionamientos al escrutinio.
“Fuimos el hazmerreír de todo el país”, se quejó Hartfield, apuntando contra los medios locales y la publicación anticipada de resultados, pero sin aportar evidencia concreta. En paralelo, anunció que continuarían revisando acta por acta, sugiriendo irregularidades que no fueron constatadas ni por la Justicia Electoral ni por otros partidos.
Desde el búnker oficialista, el conductor del FRC, Carlos Rovira, agradeció el respaldo y remarcó: “Hoy se consagró la renovación, con jóvenes de pensamiento liberal, peronista, radical e independiente. Esto no se ve en ningún lugar del país”.
El gobernador Hugo Passalacqua, por su parte, destacó que el Frente volvió a ratificar su legitimidad en las urnas y subrayó que la fórmula ganadora representa un modelo de provincia que prioriza la estabilidad institucional y la autonomía política.
En tercer lugar quedó el espacio Por la Vida y los Valores, con el 19,17% de los votos. Su candidato, el ex policía Ramón Amarilla, obtuvo una banca legislativa a pesar de estar detenido por “sedición”, tras un reclamo salarial que derivó en su prisión preventiva el año pasado.
El resultado reafirma el dominio del Frente Renovador en Misiones, mientras que el crecimiento de LLA, aunque significativo, quedó empañado por una estrategia discursiva que insistió más en desacreditar el proceso que en asumir los resultados con madurez política.