La política exterior del expresidente estadounidense Donald Trump vuelve a quedar en el centro de la polémica. Esta vez, por su decisión de marginarse completamente de la próxima cumbre del G20, que se celebrará en Sudáfrica. Así lo confirmó este martes el secretario de Estado, Marco Rubio, quien anunció que Estados Unidos no participará ni a nivel presidencial ni ministerial en uno de los foros globales más importantes.
«Hemos decidido no participar en las reuniones del G20 de este año organizadas por Sudáfrica», declaró Rubio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. El argumento oficial es que los temas incluidos en la agenda del encuentro “no reflejan las prioridades” del gobierno de Trump. Sin embargo, el trasfondo es mucho más complejo y revela una vez más el estilo confrontativo y unilateralista que caracterizó la política exterior del exmandatario.
Las relaciones con Sudáfrica están en su punto más bajo. La promulgación de la Ley de Expropiación por parte del presidente Cyril Ramaphosa, en enero, fue duramente criticada por Washington. Como represalia, el gobierno de Trump expulsó al embajador sudafricano Ebrahim Rasool en marzo, profundizando un conflicto que pone en jaque décadas de vínculos bilaterales.
En un gesto paradójico, mientras se oficializa el retiro del G20, Ramaphosa se encuentra de visita en Estados Unidos, donde tiene previsto reunirse con Trump para intentar descomprimir las tensiones y discutir cuestiones de comercio. No obstante, la decisión de no asistir a la cumbre envía una señal clara: el gobierno republicano prioriza el conflicto por encima del diálogo multilateral.
Este nuevo episodio se suma a una serie de posturas controvertidas que han alejado a Trump de la comunidad internacional. Desde su negacionismo climático hasta el abandono de organismos globales como la OMS y el Acuerdo de París, la estrategia de confrontación sistemática parece consolidarse como el sello de su política exterior.
La ausencia de Estados Unidos en el G20 no sólo debilita su rol en la escena global, sino que también abre la puerta a que otras potencias –como China o Rusia– capitalicen el vacío y refuercen su influencia en África y el mundo en desarrollo. Una vez más, el aislacionismo trumpista deja a Washington fuera de la mesa donde se debaten los grandes temas del futuro