En contraste con el discurso del presidente Javier Milei respecto de la ciencia climática y su rechazo a la Agenda 2030 de la ONU, Argentina participa esta semana en la 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se desarrolla en Belém do Pará, Brasil. El encuentro, iniciado el lunes 10 de noviembre, reúne a más de 190 países para debatir y decidir estrategias conjuntas frente al cambio climático, en el marco del Acuerdo de París firmado en 2015.
La presencia de la delegación argentina en la cumbre resulta llamativa luego del retiro sorpresivo del país de la COP29, celebrada en Bakú, Azerbaiyán, cuando el entonces canciller Gerardo Werthein ordenó abandonar el encuentro “para reevaluar la situación”, según explicó el vocero presidencial Manuel Adorni. Aunque en ese momento surgieron versiones sobre una posible salida del Acuerdo de París -como la que impulsó el presidente estadounidense Donald Trump-, Argentina nunca formalizó su retiro y sigue siendo parte del proceso multilateral de acción climática.
Durante 2024, el país retomó una participación discreta. En junio asistió con una única representante, Eliana Saissac, directora de Asuntos Ambientales de Cancillería, a las reuniones preparatorias de Bonn, Alemania. En aquella ocasión, el único pedido formal del gobierno fue incorporar una nota al pie en un documento sobre género y cambio climático, para aclarar que “Argentina entiende el término género como dos sexos: femenino y masculino”, intervención que generó críticas entre otros países por su carácter regresivo en materia de derechos.
Para la COP30, la delegación argentina está encabezada nuevamente por Saissac e integrada por Christian Pérez, director de Impacto Climático; Lilian Biasoli, especialista en transparencia climática; y, desde el 17 de noviembre, el subsecretario de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Fernando Brom, quien expondrá en el segmento ministerial de alto nivel. También se sumará Nazareno Castillo Marín, director nacional de Desarrollo Sostenible y Gestión Climática, con experiencia previa en negociaciones internacionales de cambio climático.
Brom, licenciado en Administración y con antecedentes en empresas como Kraft, Unilever y Carrefour, asumió en febrero como funcionario ambiental tras su paso por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. En declaraciones al portal Chequeado, definió el objetivo de la Argentina como “lograr simultáneamente sostenibilidad y sustentabilidad”, y propuso estrategias que combinan estabilidad macroeconómica, desburocratización, financiamiento internacional y la defensa de un modelo productivo basado en “producir conservando”.
Pese a estas declaraciones, la participación argentina ha sido hasta el momento limitada: la delegación asistió a las primeras jornadas sin intervenir en los debates sobre financiamiento climático, uno de los ejes centrales de la cumbre. Esa inacción contrasta con la pérdida de influencia generada tras el retiro de la COP29, cuando se discutieron las nuevas reglas de financiamiento global que entrarán en vigor en 2026.
El gobierno argentino busca ahora acceder a fondos internacionales mediante préstamos blandos y donaciones de organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Además, se muestra interesado en participar de los mercados de carbono, mecanismo mediante el cual los países pueden comercializar reducciones de emisiones. Sin embargo, los detalles de esa estrategia todavía no figuran en la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC), documento que todos los Estados deben presentar ante la ONU cada cinco años con metas más ambiciosas de reducción de gases de efecto invernadero.
