
Tras la paliza bonaerense y el temblor interno, el Presidente activó una mesa política de emergencia y mandó a Guillermo Francos a tantear a Juan Schiaretti y a Alberto Weretilneck. ¿Convicción tardía sobre las alianzas o confesión de que, en soledad, no le dan los votos ni el aire?
Milei reunió de urgencia una mesa política chica en Casa Rosada para “ordenar” después de la caída en Buenos Aires y las internas expuestas. La foto fue clara: Karina Milei, Santiago Caputo, Patricia Bullrich, Martín Menem, Manuel Adorni y Guillermo Francos, con el propio Presidente presidiendo. No es gesto de fortaleza; es un timón de emergencia.
Al mismo tiempo, LPO reveló que el Presidente envió a Francos a tantear un acuerdo con Schiaretti y Weretilneck. El mensaje de pasillo fue todavía más elocuente: “puenteó a Santiago” (Caputo) y abrió una vía por afuera del libreto comunicacional. Traducción: cuando la épica no alcanza, hay que levantar el teléfono.
¿Por qué ahora? Tres razones crudas
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No le dan los votos. La Nación informó que Francos con su segundo, Lisandro Catalán arrancaría hoy mismo sondeos con gobernadores, incluso con los que venían soltando la mano en el Congreso. Eso es admitir que la aritmética parlamentaria manda más que los tuits.
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La derrota pegó donde más duele: el relato de invencibilidad. La cumbre y el “relanzamiento” del dispositivo político oficialista llegaron al día siguiente de perder centralidad y margen. No hay épica que aguante sin resultados, ni caja para disciplinar sin acuerdos
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El mapa cambió: los gobernadores arman por su cuenta. Del “Grito Federal” a “Provincias Unidas”, el interior dejó claro que puede competir y negociar desde la fuerza propia. Si los gobernadores juegan en bloque, el costo de la soledad presidencial se multiplica.
El giro táctico: del “contra todos” al “¿podemos hablar?”
Francos el funcionario más “dialoguista” del elenco sale a buscar puentes con Schiaretti y Weretilneck, dos peronismos de gestión, refractarios al kirchnerismo y críticos del ajuste sin anestesia. El guiño incluye ofertas de cargos y hasta mover piezas en Diputados, según la primicia. Nada de eso era imaginable hace seis meses desde el púlpito de la ortodoxia libertaria.
La verdad incómoda detrás del operativo
Milei no se volvió “coalicionista” por iluminación súbita. Se topó con el límite material de su modelo: ajuste perpetuo + pelea con todos = minoría legislativa + economía sin anclajes sociales. Cuando faltan votos, faltan leyes; cuando faltan leyes, el “plan motosierra” se queda en papers y DNU litigados. La mesa política y el tanteo a exgobernadores no son un plan, son un salvavidas.
¿Aliar para gobernar o para sobrevivir?
Hay dos lecturas posibles y, tal vez, complementarias:
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Realismo tardío: reconoce que sin alianzas no hay reformas, y que los gobernadores manejan territorialidad, votos y crucial paz social
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Confesión de impotencia: acepta que solo no puede y que el “modelo” se volvió una máquina de producir conflicto y recesión, sin coalición que lo sostenga en el Congreso ni en la calle. La secuencia mesa política + misión Francos lo grita.
Lo que viene: política, no powerpoints
Schiaretti y Weretilneck no son atajos: pedirán costos compartidos, previsibilidad fiscal y freno a la motosierra indiscriminada sobre provincias y sectores productivos. Si el Gobierno quiere algo más que fotos, deberá negociar en serio: coparticipación, obra pública priorizada, reglas de juego y una agenda de desarrollo. Sin eso, el operativo será puro maquillaje y, pasado el temblor, volverá la parálisis.