La relación entre Elon Musk y Donald Trump se desmoronó esta semana, iniciando una disputa pública marcada por acusaciones y amenazas que ya repercuten en la economía y la esfera política.
El conflicto comenzó cuando Musk calificó de “abominación repugnante” el nuevo plan fiscal de Trump, advirtiendo que elevaría el déficit en 2,5 billones de dólares. Trump respondió con dureza, amenazando retirar contratos y subsidios a empresas de Musk, como Tesla, SpaceX y Starlink – una medida que provocó una caída del 14 % en las acciones de Tesla.
La tensión escaló aún más cuando Musk acusó al expresidente de estar en los «papeles de Epstein”, sugiriendo un vínculo con Jeffrey Epstein que justificaría la opacidad sobre dichos documentos, y propuso incluso impulsar un juicio político contra Trump.
Frente a esto, Trump calificó a Musk de “loco” y defendió sus decisiones: acusó al magnate de haber instigado el abandono de la obligatoriedad de los autos eléctricos y criticó su actitud ingobernable tras su renuncia al cargo en la Administración, acusándolo además de causar una posible recesión.
Este quiebre se dio apenas 136 días después de que Musk asumiera un rol en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), marcado por recortes y polémicas internas. El ahora excolaborador se ha convertido en uno de los principales voceros de rechazo al persistente déficit fiscal, polarizando aún más al movimiento MAGA.
En medio de este choque explosivo, Musk no descarta crear un nuevo partido político centrista, mientras Trump busca consolidar su base apoyado por figuras como Steve Bannon, y fustiga a su exaliado por traición e ingratitud.