Hoy se publicó en el Boletín Oficial el decreto que transforma al Banco Nación Argentino (BNA) en una sociedad anónima, un movimiento que genera preocupación en diversos sectores de la sociedad y que trae consigo un sinnúmero de interrogantes sobre el futuro de esta emblemática entidad financiera.
Es importante aclarar, en primer lugar, que el Banco Nación no puede ser vendido sin la aprobación del Congreso de la Nación. La entidad fue excluida del listado de privatizables de la Ley de Bases, lo que significa que no se contempla su venta. Tampoco se puede ofrecer el 49% de las acciones, reteniendo el Estado el 51%, sin la validación legislativa, tal como ocurrió en el caso de Nucleoeléctrica o YCRT. En este contexto, algunos analistas interpretan que el Gobierno está preparando el terreno para facilitar un eventual apoyo legislativo en el futuro.
Un antecedente relevante de este movimiento es el Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023, que derogó la prohibición de privatización del BNA, establecida en 1999. Este DNU, junto con la Ley de Bases, le delega facultades al Poder Ejecutivo para operar en este sentido.
El plan del Gobierno consiste en endeudar al Banco Nación para financiar su operación. Esto se realizará a través de la emisión de obligaciones negociables. Además, con el nuevo estatuto aprobado por decreto, el Directorio tendría la capacidad de descapitalizar el banco, lo que genera un gran malestar en quienes defienden la solidez de la entidad.
El Banco Nación es actualmente una institución financiera sólida y rentable, y los datos revelan que no enfrenta un déficit que justifique su transformación. La entidad cuenta con:
– $32,1 billones en depósitos, lo que representa el 24% del sistema financiero argentino.
– 749 sucursales tanto en Argentina como en el exterior.
– El 20,7% de los préstamos otorgados en el sistema financiero.
– El 33% de los préstamos hipotecarios otorgados (datos hasta noviembre de 2024).
Estos números respaldan su desempeño y rentabilidad, en contraposición a las afirmaciones que apuntan a una supuesta ineficiencia. Según los últimos informes, el Banc Nacional Argentino presenta métricas impresionantes:
– Rendimiento Anual del Patrimonio (ROE) del 34,6%, superior al promedio del sistema financiero (20,4%) y de los 10 principales bancos privados (14,6%).
– Retorno sobre Activos (ROA), antes del impuesto a las ganancias, del 14,8%, muy por encima del promedio del sistema (7,3%) y de los bancos privados (5,0%).
– Un impresionante ratio de eficiencia que indica un margen de rentabilidad operativa de 891,9%, frente al 296,8% del sistema y 250,7% de los principales bancos privados.
A su vez, la reconocido calificadora internacional Fix SCR, parte de Fitch, otorgó al BNA la calificación “ESG2 (arg) – Muy Altos Estándares”, destacando su compromiso con los factores ambientales, sociales y de gobernanza.
Además, es importante resaltar que el Banco Nación es el principal financiador de las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) argentinas. Hasta noviembre de 2023, los préstamos a este sector representaban el 32,3% del total de préstamos otorgados, lo que refleja su rol crucial en el sostenimiento del tejido productivo nacional.
La decisión de transformar el Banco Nación en una sociedad anónima genera serias inquietudes sobre el futuro de una entidad que ha sido fundamental para el financiamiento de diversas iniciativas y sectores económicos en Argentina. Las voces que advierten sobre la posible privatización de este “botín” son cada vez más numerosas, y la comunidad espera transparencia y un debate abierto que asegure la defensa de una institución que ha demostrado ser un pilar de la economía nacional.
La pregunta que queda en el aire es: ¿realmente se justifica esta transformación en función de su rentabilidad, o hay otros intereses en juego que buscan beneficiar a unos pocos en detrimento del bien común? Las respuestas aún están por verse, pero el momento histórico que vive el país exige un análisis profundo y una participación activa de la sociedad civil en la defensa de sus derechos económicos y financieros.