En el medio de un despliegue militar que analistas describen como un maniobra de presión sin fundamentos claros, Nicolás Maduro aseguró estar dispuesto a dialogar directamente con el gobierno de Donald Trump. El gesto diplomático contrasta con la creciente presencia de fuerzas estadounidenses en el Caribe y con advertencias de analistas que cuestionan la legalidad de las operaciones impulsadas por Washinton.
Días atrás, el portaaviones USS Gerald R. Ford, el más avanzado de la flota norteamericana, ingresó al Caribe bajo el argumento de combatir el narcotráfico. Sin embargo, especialistas consultados por la BCC señalaron que no se presentó ninguna evidencia de carga ilegal, por lo que advirtieron que el despliegue estadounidense podría constituir una acción ilícita y una maniobra de presión política más que una operación de seguridad real.
Frente a este escenario, Maduro afirmó en su programa televisivo semanal que está listo para conversar con la administración Trump. «Este país está en paz, este país va a continuar en paz, y en EE.UU. el que quiera hablar con Venezuela se hablará ´face to face´, cara a cara, sin ningún problema», declaró el mandatario.
El comentario llegó pocas horas después de que Trump sugiriera públicamente que no descarta enviar tropas terrestres a Venezuela, un gesto que reaviva fantasmas que intervenciones pasadas en la región. En paralelo, Milei, alineado sin matices con el exmandatario republicano, evita cualquier crítica a movimientos militares que, lejos de buscar estabilidad, sólo incrementan la tensión en América Latina.
Antes de este anuncio, Maduro había encabezado un acto en el que ordenó establecer una «vigilia permanente» en seis estados del oriente venezolano y reforzar la alerta de fuerzas populares, militares y policiales. La medida responde a lo que Caracas considera provocaciones externas, sobre todo después de que EE.UU. reactivara ejercicios militares en Trinidad y Tobago, acción que el gobierno venezolano interpretó como otro gesto intimidatorio.
