
Las tensiones entre Caracas y Washington volvieron a escalar tras el despliegue de buques de guerra y marines estadounidenses en el Caribe. En ese marco, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, advirtió que, si se produce un ataque a su país, “pasaría inmediatamente al período de lucha armada, en defensa del territorio nacional, de la historia y del pueblo”.
Durante una conferencia de prensa transmitida por la televisión local, el mandatario denunció la presencia de “ocho barcos militares con 1200 misiles y un submarino”, a los que calificó como “la más grande amenaza que se haya visto en los últimos 100 años en el continente”. Además, acusó al secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, de impulsar un escenario de violencia: “Está buscando un baño de sangre, con una masacre contra el pueblo venezolano”, afirmó.
El gobierno de Donald Trump justificó el despliegue militar bajo el argumento de reforzar la lucha contra el narcotráfico, vinculando directamente al régimen chavista con el denominado Cartel de los Soles. La acusación se intensificó en julio, cuando Washington elevó a 50 millones de dólares la recompensa por la captura de Maduro y ordenó la operación naval a unos 26 kilómetros de las costas venezolanas.
Maduro aseguró que el país se encuentra en un momento de “máxima preparación” para garantizar el funcionamiento del Estado “bajo cualquier circunstancia” y reconoció que los canales de diálogo con la Casa Blanca están “malogrados”, aunque todavía “abiertos”.
En paralelo, el presidente venezolano envió una carta al secretario general de la ONU, António Guterres, solicitando su intervención para que Estados Unidos retire sus fuerzas del Caribe. Este pedido representa la segunda solicitud formal del gobierno bolivariano ante las Naciones Unidas en busca de respaldo internacional.