
En los últimos tres meses, el precio de los combustibles volvió a presionar los bolsillos: según relevamientos en estaciones de servicio del Área Metropolitana de Buenos Aires, las naftas y el gasoil subieron en promedio un 11,1%. La particularidad es que esta vez las empresas dejaron de anunciar los aumentos y los usuarios recién se enteran cuando llegan al surtidor.
Desde agosto, YPF, Shell, Axion y Puma aplican subas de manera silenciosa, sin comunicados oficiales ni explicaciones públicas. En ese período, la nafta súper pasó de $1.246 a $1.367 por litro, mientras que el gasoil escaló de $1.251 a $1.390, en el marco de un nuevo sistema de ajustes denominado “micropricing”.
Este mecanismo permite modificar los valores por zona, horario o nivel de demanda, lo que genera diferencias de precios incluso entre estaciones de la misma marca. «Antes al menos sabíamos cuándo subía; ahora te enterás cuando vas a cargar», se quejó un automovilista en el barrio porteño de Constitución.
Según fuentes del sector, las petroleras dejaron de difundir los incrementos tras la derogación de la obligación de informar las variaciones de precios, medida que había sido implementada años atrás para garantizar transparencia.
El Gobierno nacional todavía no aclaró si habrá nuevos aumentos ni de qué manera se controlará la evolución de los valores. En este contexto, cada estación de servicio define sus precios de forma independiente, y los consumidores enfrentan un escenario incierto: combustibles que suben sin aviso y salarios que no acompañan el ritmo inflacionario.