Israel inició este viernes la Operación León Creciente, un ataque aéreo masivo y preventivo contra Irán, con más de 200 aviones apuntando a más de 100 objetivos clave, incluidos centros nucleares, bases militares y viviendas de oficiales de alto rango.
El ataque también resultó en la muerte del comandante de la Guardia Revolucionaria Islámica, general Hossein Salami; del jefe del Estado Mayor, general Mohammad Bagheri; del general Gholam Ali Rashid; y de al menos seis científicos nucleares, entre ellos Fereydoun Abbasi y Mohammad Mehdi Tehranchi.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, justificó la ofensiva como medida preventiva contra una “amenaza existencial” derivada del avance nuclear iraní, y prometió continuar “los días que sean necesarios”. La operación incluye sabotajes encubiertos ejecutados por el Mossad en sistemas de misiles y defensas aéreas iraníes. Israel declaró estado de emergencia, cerró su espacio aéreo y ordenó alertas antiaéreas internas.
Irán respondió con disparos de drones – más de 100 – que fueron en su mayoría interceptados, y su líder supremo, Ali Jameneí, prometió una “respuesta severa” y calificó la acción como crimen. Aunque Estados Unidos no participó directamente, se le informó con antelación; la Casa Blanca reitera su apoyo a las negociaciones mientras Israel sigue definendo su estrategia. Países como Francia, Reino Unido, Alemania, China, y potencias de Medio Oriente ya expresaron “profunda preocupación” y solicitaron moderación.
¿Qué podemos esperar del escenario actual?
Este ataque representa la ofensiva más agresiva de Israel desde la guerra Irán–Irak. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), no se detectó liberación radiactiva, aunque las instalaciones nucleares, particularmente Natanz, sufrieron daños significativos. El conflicto podría prolongarse, con posibles nuevas represalias y un aumento de las tensiones en la región.