Histórica caída en el consumo de carne vacuna en Argentina: el fin de una tradición

En un país donde el asado es casi una religión y la carne vacuna ha sido durante décadas un emblema de identidad nacional, Argentina atraviesa hoy un momento de quiebre. En 2024, el consumo de carne vacuna por habitante cayó a su nivel más bajo en más de un siglo, marcando un cambio profundo en los hábitos alimentarios de los argentinos y evidenciando el impacto de la crisis económica en la vida cotidiana.

El dato que alarma: menos de 47 kilos por persona al año

Según datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA), el consumo per cápita promedió 46,8 kg en los primeros nueve meses de 2024, lo que representa una caída del 11,3% respecto al mismo período del año anterior. Este valor se aproxima al mínimo histórico registrado en 1920 (46,9 kg), superando incluso la baja sufrida durante la pandemia de COVID-19.

El descenso no es un fenómeno puntual, sino el resultado de una tendencia sostenida agravada por el contexto económico actual: salarios depreciados, inflación alta y pérdida de poder adquisitivo.

En los primeros nueve meses

Adiós al asado: 7 de cada 10 argentinos lo restringieron

Una encuesta reciente de la consultora Moiguer, citada por El Economista, reveló que el 71% de los argentinos asegura haber dejado de hacer asados en familia debido al encarecimiento de la carne y la necesidad de recortar gastos. La tradición dominical por excelencia se ve reemplazada por opciones más económicas o directamente desaparece de las mesas de muchos hogares.

Además, el análisis muestra que el consumo de carne vacuna cayó en todos los sectores sociales, pero fue más pronunciado en los sectores de ingresos medios y bajos.

Salarios que rinden menos

Otro dato que grafica la crisis lo aporta La Nación: en octubre de 2023, con un salario mínimo se podían comprar 43,5 kg de asado, lo que representa un 21% menos que el promedio de los últimos seis años. Esta pérdida del poder de compra se acentúa aún más en las provincias del interior, donde los precios de los alimentos básicos han tenido subas incluso por encima de los índices oficiales.

Carnes alternativas ganan terreno

El efecto de esta situación es claro: los consumidores migran hacia opciones más accesibles. El pollo y el cerdo se imponen en las góndolas como proteínas de reemplazo. De hecho, en 2023 el consumo de pollo alcanzó los 49,3 kg per cápita, superando por primera vez en la historia a la carne vacuna. El cerdo, por su parte, alcanzó los 16,7 kg per cápita, con una tendencia en aumento sostenido.

Con el dinero que cuesta un kilo de carne de vaca, se pueden comprar tres kilos de pollo o casi dos de cerdo. Esta relación hace cada vez más difícil que la carne vacuna vuelva a ocupar el lugar preponderante que tuvo históricamente.

Un cambio cultural y económico

La caída del consumo de carne vacuna es también un reflejo de un cambio cultural. Nuevas generaciones adoptan dietas más variadas, priorizan la salud, el precio o incluso el impacto ambiental de los alimentos. La costumbre del asado semanal da paso a un menú más flexible y, muchas veces, más ajustado a la realidad económica.

Al mismo tiempo, el sector ganadero enfrenta el desafío de reinventarse. Con menos demanda interna, muchas miradas apuntan a fortalecer las exportaciones, sobre todo a China, Europa y Estados Unidos. Sin embargo, la reconversión no es inmediata ni sencilla, y miles de pequeños productores se ven hoy en una situación crítica.

¿Y el futuro?

Expertos como Miguel Schiariti, presidente de CICCRA, anticipan que el consumo per cápita de carne vacuna en Argentina podría estabilizarse entre 30 y 35 kg por año en las próximas dos décadas. Se trataría de un cambio estructural, no coyuntural, que implicaría una transformación del sector alimentario en su conjunto.

Reflexión final

La caída en el consumo de carne vacuna marca un antes y un después en la historia alimentaria de la Argentina. Lo que parecía inmutable —el ritual del asado, la carne como centro de la dieta— se modifica a la luz de una realidad económica compleja y nuevas preferencias sociales. Lejos de la nostalgia, el desafío será construir una nueva relación entre los argentinos y su alimentación, sin perder de vista la equidad, la accesibilidad y la cultura.

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