El Banco Central informó que la mora en los hogares trepó al 7,3% y marcó un nuevo récord desde 2010, impulsada por los préstamos personales y las tarjetas de crédito. Aunque las empresas también mostraron un aumento, la suba fue más moderada. La presión de las tasas altas y la falta de financiamiento explican el deterioro.
La morosidad de las familias volvió a crecer en septiembre y alcanzó su nivel más alto desde que existe registro, según el Informe sobre Bancos que publicó el Banco Central. El índice de irregularidad subió del 6,6% al 7,3%, acumulando once meses consecutivos de aumentos en un contexto de tasas elevadas y pérdida de poder adquisitivo.
El deterioro se concentró en dos segmentos: los préstamos personales, donde la mora saltó del 8,2% al 9,1%, y las tarjetas de crédito, que avanzaron del 6,7% al 7,4%.
El encarecimiento del crédito explica buena parte del fenómeno. En septiembre, las tasas para préstamos personales promediaron el 82%, muy por encima de la inflación esperada para los próximos meses. Si bien tras las elecciones comenzaron a ceder, el alivio llegó tarde: en octubre, estos créditos mostraron su primera caída real (-0,3%) desde marzo, mientras que el financiamiento con tarjetas retrocedió 1% por la falta de cuotas y de actualización en los límites. Para analistas, la recomposición dependerá no solo de tasas más bajas, sino también de mayores plazos de pago.
En el caso de las empresas, la morosidad también mostró un incremento, aunque mucho más leve: pasó del 1,4% al 1,7%, con un mayor deterioro en los créditos prendarios. Al combinar el comportamiento de familias y compañías, el ratio total subió del 3,7% al 4,2%, el valor más alto desde 2022.
Pese al deterioro general, el sector corporativo continúa mostrando un nivel de cumplimiento más robusto que el de los hogares, donde la presión financiera se volvió más evidente.
