
En el distrito de Moreno, corazón del Conurbano bonaerense, donde más duelen sus políticas de ajuste, el Presidente desplegó su artillería verbal más pesada mientras un cronista de televisión terminaba con la cara ensangrentada tras recibir un proyectil.
El Club Villa Ángela de Moreno se convirtió en el epicentro de una jornada que tuvo todos los condimentos de la política más cruda. Con una convocatoria que distó mucho de ser multitudinaria, Javier Milei eligió precisamente uno de los distritos más golpeados por sus medidas económicas para lanzar su última arenga antes de ir a las urnas el domingo 7 de septiembre.
Durante poco más de media hora, el mandatario desplegó un arsenal retórico cargado de críticas feroces, insultos directos y acusaciones sin sustento contra el kirchnerismo, todo esto mientras el escándalo por el supuesto cobro de coimas en la Agencia de Discapacidad sacude las bases de su administración.
Con las encuestas mostrando una base electoral cada vez más desencantada, Milei apeló a la urgencia casi épica del momento: «Hoy más que nunca el voto de un individuo puede hacer la diferencia». La paranoia presidencial alcanzó su clímax cuando denunció un complot que abarca desde «las peores calumnias» hasta «boletas truchas» y «prácticas mafiosas» kirchneristas.
Violencia y sangre en las calles
Pero si el discurso fue áspero, lo que ocurrió afuera fue directamente violento. Cristian Mercatante, cronista de América, terminó con una herida en la cabeza y la cara ensangrentada después de que un objeto contundente lo alcanzara como proyectil. Los ataques y actos de violencia por parte de militantes de La Libertad Avanza marcaron una jornada que dejó en evidencia las contradicciones de un espacio que predica orden mientras practica la barbarie.
En un momento personal, Milei defendió a su hermana de las acusaciones de corrupción «Cuando se les acaba el recurso, van contra la familia. Trataron de acusarnos de chorros y fueron contra mi hermana». Inmediatamente después retomó el tono combativo: «El domingo le vamos a pintar la provincia de violeta».
Una promesa electoral que sonó más a deseo que a certeza, pronunciada en un distrito donde sus políticas de ajuste han dejado huellas profundas y donde la escasa convocatoria del propio acto sugiere que el entusiasmo libertario podría estar en declive.