El calvario de una argentina en México: denuncia que su pareja la tuvo secuestrada

La mujer denunció que estuvo encerrada durante dos años, bajo constante vigilancia y ahora no puede volver a Argentina.

Priscila Sand, una joven argentina de 27 años, denunció que su marido, Salvador Zubirán Rabay, la tuvo secuestrada durante dos años en la Ciudad de México, encerrada y bajo constante vigilancia. Pudo escaparse hace pocos días junto a su bebé de nueve meses y pide ayuda para regresar a Argentina.

La mujer, oriunda de Campana, provincia de Buenos Aires, denunció que Zubirán Rabay la tuvo recluida en una vivienda vigilada con cámaras, micrófonos y sensores de movimiento y nueve custodios armados que respondían al hombre.

Además, la mantenía completamente incomunicada, la agredía físicamente, la medicaba en contra de su voluntad y la obligó a tatuarse su nombre en varias partes del cuerpo.

A pesar de su denuncia, Sand no puede volver a Argentina porque Zubirán Rabay la denunció por “sustracción de menores”, lo que derivó en la activación del Alerta Ámber sobre su hijo.

“Vivo aterrorizada. Temo por mi vida y la de mi hijo”, dijo en un video que compartió en sus redes sociales tras escaparse del calvario que le hizo vivir su esposo.

Priscila Sand conoció a Salvador Zubirán Rabay en julio de 2023 durante un viaje a la capital de México. Al tercer día él le propuso que vivieran juntos y al cuarto comenzó la pesadilla.

“Le dije a su mamá que me quería volver a mi país y él se enteró. Me sacó el celular, me arrastró del pelo y me golpeó contra una pared”, relató Priscila.

Cuando nació el hijo de la pareja, Salvador se volvió más controlador: la mantenía completamente aislada de su familia, le revisaba el celular cuando volvía del trabajo y hasta le prohibía llevar al bebé al médico si él no estaba presente.

“No podía salir a trabajar. Estaba siempre en la casa. Siempre había un escolta. Si quería salir a caminar, tenía que pedir permiso, y si él me dejaba, iba con alguien atrás. Si quería cortarme el pelo, venía alguien a casa. Si quería hacerme las uñas, también. Y los fines de semana salíamos al shopping, pero siempre con él. Si quería ir al baño, dos personas de seguridad me acompañaban y me esperaban afuera”, relató en diálogo con la prensa argentina.

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