
En el Día Nacional del Derecho a la Identidad, se recuerda la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, creadas el 22 de octubre de 1977. Casi medio siglo después, su búsqueda sigue dando frutos. Daniel Santucho, el nieto 133 restituido en julio de 2023, es una de esas historias que transforman el dolor en verdad y la incertidumbre en paz.
«Desde chico notaba cosas raras, diferencias con mi familia. No me sentía identificado. Cuando aparecían las Abuelas o las Madres en la televisión, mi supuesto padre las insultaba. En cambio, mi supuesta madre mostraba empatía… pero ahora veo un una gran cinismo», contó Daniel, que fue apropiado durante la última dictadura cívico-militar.
Su testimonio, como tantos otros, revela cómo la verdad puede llegar tarde, pero siempre llega. En su adolescencia, una película cambió todo: «La noche de los lápices». «Tenía 13 o 14 años cuando me encerré en mi habitación a verla, la daban por un canal abierto y ahí entendí que era una historia real y que mis apropiadores mentían. Fue un quiebre».
Durante años, las dudas lo acompañaron en silencio. La apropiadora había muerto y, poco después, el apropiador inició una nueva relación. Fue entonces cuando una hermana de crianza le confesó lo que él ya sospechaba: «Creemos que ese matrimonio no son tu verdaderos padres». La edad de la mujer al momento de su «nacimiento» era de 50 años y también despertaba sospechas. Sin embargo, el miedo y la culpa lo frenaban: «Sentía que si lo denunciaba, lo traicionaba».
El tiempo, la paternidad y la necesidad de dejar de vivir en la mentira lo empujaron a dar el paso. «Ser papá me movilizó. No quería que mis hijas crecieran con una historia falsa». Así comenzó su acercamiento a Abuelas de Plaza de Mayo. Entró a la página web y, sin saberlo, leyó la historia de su verdadera madre: Cristina Navajas de Santucho.
El ADN confirmó lo que el corazón ya sabía. «Cuando me dieron la noticia y me mostraron la foto de mi mamá, vi que era la misma que había leído meses antes. Me puse a llorar». Daniel descubrió que había nacido en enero de 1977 en un centro clandestino y que su madre había sido secuestrada embarazada. Lo bautizaron el 19 de marzo y lo anotaron como nacido el 24, fecha simbólica del golpe de Estado. «Esa era la mentira que escondía toda mi vida».
El día que supo la verdad, Daniel sintió alivio: «Me saqué un peso enorme. Saber que tenía un padre vivo, tres hermanos y una familia que me buscó toda la vida fue hermoso». El reencuentro con su hermano Miguel «Tano» Santucho fue inmediato: «Cuando me vio por videollamada, se volvió loco, empezó a correr y a gritar. Ahí le dije gracias por no bajar los brazos».
La historia de Daniel también tiene un cierre simbólico. Su apropiador murió en septiembre de 2023, dos días después de que él tramitara su nuevo DNI con su verdadera identidad. «Me deja tranquilo que la verdad se supo, y él supo que yo supe la verdad. No murió impune».
Hoy, Daniel se dedica a contar su historia en escuelas y charlas, convencido de que cada relato puede ayudar a otro nieto o nieta a encontrarse. «La verdad puede doler una vez, pero libera. Vivir en la mentira duele todos los días. Saber quién sos te permite mirar hacia adelante y no trasladar el miedo a tus hijos».
En este 22 de octubre, su historia resume el espíritu del Día Nacional del Derecho a la Identidad: la verdad como camino, la memoria como deber y la esperanza como motor de justicia.