El fuerte encarecimiento de los medicamentos golpea de lleno a los adultos mayores, que deben elegir entre mantener tratamientos indispensables o suspender aquellos considerados «preventivos». En muchos casos, la continuidad de la medicación depende de ayudas familiares, reintegros de obras sociales o los descuentos del PAMI.
Según un relevamiento realizado por Radio Rivadavia, la mayoría de los entrevistados admitió que solo conserva los fármacos imprescindibles y dejó de comprar analgésicos, antiartrósicos o flebotónicos, utilizados para aliviar dolores musculares, articulares o mejorar la circulación. La inflación y la caída del poder adquisitivo convirtieron el acceso a los remedios en un lujo.
«Si no me ayuda mi hija, no puedo comprar los medicamentos que tomo. De ocho, ahora pasé a cuatro. Uno es un inhalador. Dejé de comprar uno para el dolor de piernas y dos para el dolor de cadera», contó una mujer, que depende de su familia para sostener su tratamiento.
Otro entrevistado relató que tuvo que dar de baja su prepaga por los aumentos: «Yo la cancelé, pero mi esposa tuvo que seguir porque tiene una condición médica que la obliga a seguir con sus remedios».
En tanto, otro jubilado explicó que solo puede continuar con la medicación gracias a la cobertura parcial de su obra social. «Me cubre el 60%. En plata, estamos hablando de 160.000 pesos», detalló.
«Lo único que me salva es que no pago alquiler. Si no, sería imposible. Mi prepaga me cubre el 70% de los medicamentos que tengo que tomar sí o sí», agregó otro de los consultados.
El testimonio de los jubilados refleja el deterioro del poder de compra y la falta de respuestas del Gobierno nacional ante la escalada de precios en productos esenciales para la salud. La política de ajuste y la desregulación del sector farmacéutico dejaron expuestos a miles de adultos mayores, que hoy enfrentan la disyuntiva de elegir entre comer o medicarse.
