A seis meses del fallecimiento de la ensayista e intelectual Beatriz Sarlo, se desató una disputa judicial por su herencia. Melanio Alberto Meza López, encargado del edificio donde vivía la escritora en Caballito, presentó un supuesto testamento ológrafo -escrito a mano- que lo designaría como heredero de su departamento y cuidador de su gata. El documento será sometido a una pericia caligráfica por orden del Juzgado Civil N.º 91, a cargo del juez Carlos Hugo Goggi.
La situación genera tensión con el círculo íntimo de Sarlo, que incluye a su exmarido, el arquitecto Alberto Sato Kotani, y a intelectuales como Sylvia Saítta, Adrián Gorelik y David Oubiña. Juntos impulsan un fideicomiso cultural para preservar el legado de la autora de Una modernidad periférica, aunque ese plan quedó en suspenso por la presentación del testamento y la exclusión de Sato del proceso sucesorio.
El entorno de Sarlo denunció, además, la aparición en venta de discos pertenecientes a la escritora y al cineasta Rafael Filippelli -su última pareja-, y responsabilizan a Meza López, quien tenía acceso exclusivo al departamento. Advierten que podría haber dispuesto de bienes culturales con fines comerciales.
Mientras la Justicia define la validez del testamento, el destino del patrimonio de Sarlo sigue incierto. Si ninguna de las partes resulta reconocida como heredera, podría intervenir la Procuración General de la Ciudad como heredera vacante. En paralelo, amigos y colegas apelan a la restitución de Sato en el proceso para proteger el legado de una de las figuras más influyentes del pensamiento argentino contemporáneo.