Cinco meses seguidos en baja: se desploma la confianza en la gestión de Milei

La confianza de la ciudadanía en el Gobierno de Javier Milei sigue cayendo mes a mes y en abril registró un nuevo retroceso, según el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) que elabora la Universidad Torcuato Di Tella. El indicador descendió un 3,7% respecto a marzo y se ubicó en 2,33 puntos en una escala de 0 a 5, marcando su valor más bajo desde la asunción del actual presidente.

El dato refleja un deterioro sostenido en la percepción pública: el ICG acumula cinco meses consecutivos en baja. Desde diciembre, la confianza retrocedió de forma ininterrumpida, con caídas mensuales del 0,3%, 1,9%, 1,8%, 5,4% y 3,7% respectivamente.

Pese al respaldo que Milei recibió en las urnas y al clima de expectativa inicial, el desgaste es notorio. El nivel de confianza actual es 10,7% más bajo que el registrado en abril de 2017, durante el segundo año del gobierno de Mauricio Macri, y apenas 34,5% superior al de abril de 2021 bajo la gestión de Alberto Fernández, cuando la pandemia y la crisis económica golpeaban con fuerza.

El informe, elaborado a partir de una encuesta nacional realizada entre el 3 y el 11 de abril, antes de la eliminación del cepo cambiario, muestra retrocesos en los cinco componentes del índice. La mayor caída se dio en el ítem “Preocupación por el interés general”, que se hundió un 9,7% y quedó en apenas 1,95 puntos. También bajaron la “Evaluación general del gobierno” (-4,9%), la “Capacidad para resolver los problemas del país” (-3,0%), la “Honestidad de los funcionarios” (-1,5%) y la “Eficiencia en la administración del gasto público” (-0,2%).

Aunque Milei aún conserva un promedio de ICG superior al de sus antecesores, la tendencia es inequívoca: la luna de miel con la sociedad se agota rápidamente. El relato de la “motosierra” y el ajuste sin anestesia empieza a mostrar sus límites en el humor social, en un contexto donde los sacrificios no se ven acompañados de mejoras concretas en la calidad de vida de la población.

El presidente se enfrenta así a una paradoja: pese a que predica el orden fiscal como dogma, su gobierno comienza a transitar el mismo sendero de desgaste que erosionó a sus predecesores. La caída en la confianza es una señal de advertencia que ya no puede ser ignorada.

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