
Por primera vez en Argentina, el suicidio se convirtió en la principal causa de muerte entre mujeres de 10 a 19 años, superando a tumores y accidentes. El dato surge de un informe del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral, que advierte sobre una “doble emergencia” en materia de salud mental adolescente y juvenil.
En 2023 se registraron 148 muertes por suicidio en chicas de entre 10 y 19 años, frente a 119 por tumores y 103 por accidentes, históricamente las principales causas. En total, ese grupo etario contabilizó 386 casos de suicidio, sin mejoras respecto de años anteriores. Paralelamente, los suicidios en jóvenes de 20 a 29 años alcanzaron un récord histórico con 1.030 casos, el número más alto desde 2017.
“El fenómeno exige atención urgente desde una perspectiva de género y políticas sostenidas de apoyo psicosocial”, señalan las autoras del estudio, Rocío González y Victoria Bein. La investigadora en psicología subraya que el suicidio es un fenómeno multicausal, resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales. La ausencia de redes de contención, la presión sociocultural, la falta de diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales y las dificultades en la transición a la adultez son algunos de los principales factores de riesgo identificados por la OMS y UNICEF.
El informe también vincula el incremento de suicidios en adolescentes mujeres al impacto prolongado de la pandemia: aislamiento social, interrupción de clases presenciales, pérdida de entornos protectores y mayor exposición a redes sociales y violencia digital. “Estas condiciones intensificaron la sensación de soledad y la vulnerabilidad emocional, especialmente en mujeres”, explica Bein.
En los varones jóvenes, la tendencia también es preocupante: el número de suicidios triplica al de mujeres y se observa un aumento sostenido año a año. Las expectativas frustradas de independencia económica, pareja estable o logros académicos en la franja de 20 a 29 años generan sobrecarga emocional, a lo que se suman conductas de riesgo como apuestas online, abuso de alcohol o violencia interpersonal.
El estudio remarca la necesidad de implementar políticas públicas con enfoque preventivo y de género: entrenar habilidades emocionales desde edades tempranas, promover redes de contención en escuelas y universidades, campañas para reducir el estigma y garantizar acceso rápido y asequible a servicios de salud mental. “La salud mental de adolescentes y jóvenes está en un punto crítico y requiere respuestas urgentes, coordinadas y sostenidas”, concluye Bein.