
Catamarca conmemora este 8 de septiembre un aniversario doloroso: hace 35 años, la joven María Soledad Morales, de 17 años, desaparecía tras asistir a un baile escolar. Dos días después, su cuerpo fue hallado en un basural en las afueras de la ciudad, víctima de violación, tortura y asesinato. El caso sacudió a la provincia y al país, no solo por la brutalidad del crimen sino por los intentos sistemáticos de desviar la investigación y proteger a los responsables.
Desde un comienzo, el expediente estuvo atravesado por irregularidades. La promesa del entonces gobernador Ramón Saadi de “ir hasta las últimas consecuencias” quedó en el vacío mientras se desplegaba un operativo de encubrimiento. El jefe de policía Miguel Ángel Ferreyra llegó a hablar de “sectas satánicas” para distraer la atención, mientras a su propio hijo se lo señalaba como uno de los asistentes a la fiesta donde comenzó la tragedia. A la madre de la víctima le sugerían callar para no “ensuciar” la imagen de su hija, mientras circulaban versiones falsas sobre una supuesta doble vida de la adolescente.
La noche del 8 de septiembre de 1990, María Soledad había ido al boliche Le Feu Rouge para una actividad destinada a recaudar fondos para su viaje de egresados. Luego fue trasladada por Luis Tula –once años mayor, enamorado de ella– al local Clivus, donde la presentó a hijos de familias influyentes. Allí conoció a Guillermo Luque, hijo del diputado Ángel Luque. Según el juicio posterior, desde ese lugar fue llevada al motel Los Álamos, donde la drogaron, violaron y torturaron antes de matarla. El cuerpo fue arrojado en un basural, lavado previamente por orden policial y con rastros manipulados para entorpecer pericias.
El escándalo político fue tal que en 1991 el presidente Carlos Menem intervino los tres poderes de Catamarca y destituyó al gobernador Saadi. Sin embargo, las irregularidades persistieron: el primer juicio oral, iniciado en 1996, debió suspenderse tras la renuncia del presidente del tribunal que denunció presiones del poder político. Recién en 1997 se realizó un nuevo proceso en el que solo Guillermo Luque y Luis Tula llegaron al banquillo, mientras otros sospechosos fueron sobreseídos por falta de pruebas.
En febrero de 1998, Luque fue condenado a 21 años de prisión como coautor de violación seguida de muerte agravada por uso de estupefacientes; Tula recibió 9 años como partícipe secundario. Luque recuperó la libertad condicional en 2010 y Tula en 2003. Ningún otro implicado fue juzgado a pesar de que se estima que participaron mas hombres en el crimen.
El caso, sin embargo, no se apagó. La hermana Martha Pelloni y las compañeras del colegio de María Soledad encabezaron las “Marchas del Silencio” que recorrieron las calles de Catamarca y se convirtieron en símbolo de reclamo de justicia. La violencia contra la joven truncó sus sueños de ser maestra jardinera y madre, pero su nombre quedó grabado como emblema de la lucha contra la impunidad y los pactos de silencio.
A 35 años del crimen, la historia de María Soledad Morales sigue interpelando a la sociedad argentina sobre el poder, la corrupción y las deudas pendientes en materia de justicia y violencia de género.