Por Miguel Fleytas
La inesperada cancelación de la visita del secretario del Tesoro de Estados Unidos expone, sin eufemismos, el profundo malestar que genera en la Casa Blanca el rumbo económico y diplomático de la Argentina bajo este gobierno.
El anuncio de que Scott Bessent canceló su viaje a Buenos Aires una visita anunciada hace apenas dos semanas ya no puede ser interpretado como un simple ajuste de agenda. Es, lisa y llanamente, una señal de alarma internacional: Washington empieza a poner en cuestión la conducción del país.
La suspensión del viaje se produce en medio de crecientes rumores de desconfianza hacia Javier Milei y su entorno— por la persistente relación de la Argentina con China. A pesar de las promesas de alineamiento con Estados Unidos, los datos oficiales muestran una realidad inquietante: en los primeros nueve meses de 2025, las importaciones desde China superaron los 13.091 millones de dólares, un salto del 66 % respecto al año anterior.
Detrás de la decisión está según fuentes diplomáticas la irritación del Gobierno estadounidense ante lo que perciben como incumplimientos sistemáticos: de la “ruptura” con China, exigida como condición para la ayuda; de un acuerdo de gobernabilidad “conjunto”; y de gestos simbólicos de fidelidad transatlántica. Ninguna de esas exigencias fue satisfecha.
El fracaso del viaje de Bessent no es un episodio menor. Es un acto de descreimiento. Es la Casa Blanca diciendo: “ya no confiamos en tu palabra”. Y lo dice justo cuando la Argentina necesita más que nunca certidumbre económica. Que un símbolo del establishment global suspenda su visita revela que la estrategia actual del gobierno no solo está agotada: resulta inaceptable en los pasillos del poder internacional.
Para el gobierno argentino, esto debería marcar un punto de inflexión. Pero hasta ahora, lo que hay es silencio y desorientación. La Argentina empieza a pagar el costo internacional de decisiones que no pudo o no quiso corregir. Y lo que muchos suponían un aliado fiel, hoy es un huésped al que le cerraron la puerta.
