La sífilis avanza en Argentina sin freno y a un ritmo que ya no admite eufemismos. Los datos oficiales muestran un deterioro sostenido en la prevención, el acceso a la salud y las políticas públicas destinadas a contener las infecciones de transmisión sexual (ITS). El resultado: una epidemia que golpea especialmente a adolescentes y adultos jóvenes, y que evidencia graves desigualdades sociales.
Según el último Boletín Epidemiológico Nacional, 2024 cerró con 36.917 diagnósticos de sífilis, un récord histórico. Y el 2025 no comenzó mejor: en apenas 44 semanas ya se registraron 36.702 casos, un salto del 38,5% respecto de 2022. La tendencia, lejos de estabilizarse, continúa en ascenso.
La tasa de notificación nacional confirma el deterioro: pasó de 56,1 por cada 100.000 habitantes en 2019 a 93 en 2024, un aumento del 65,8% en cinco años. Ni la pandemia, ni la crisis económica, ni la reducción de recursos en prevención hicieron más que agudizar un problema que el Estado argentino arrastra desde hace décadas.
La preocupación ya escaló al ámbito profesional. La semana pasada, el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires emitió una alerta sanitaria por el crecimiento sostenido de las ITS (sífilis, gonorrea, VIH) y habló directamente de un «riesgo inminente para la salud pública».
Incluso funcionarios del gobierno porteño reconocen que la situación es el resultado de fallas estructurales. El ministro de Salud, Fernán Quirós, sostuvo que el aumento de la sífilis es un «indicador crítico de cómo fallamos en la prevención, el autocuidado y la reducción de desigualdades sociales».
El funcionario remarcó que las barreras de acceso al sistema de salud, la precariedad social y la subestimación de los síntomas se combinan para generar un caldo de cultivo que favorece el contagio: «En los grupos con más dificultades socioeconómicas, los focos de consulta son menores. La lesión inicial desaparece, la infección se vuelve crónica y siguen los contagios».
En los sectores medios y altos, en cambio, predomina una pérdida de percepción de riesgo y un relajamiento generalizado en el uso de métodos de protección.
Aunque la tendencia es nacional, hay zonas especialmente críticas:
– Región Centro (Córdoba, Buenos Aires y alrededores): concentra el 61,3% de los casos.
– Patagonia: registra la tasa regional más alta, con focos en Neuquén, Tierra del Fuego y La Pampa.
– Norte y Cuyo: también reportan incrementos significativos.
La expansión no distingue clases sociales, pero sí impacta con fuerza en los sectores más vulnerables, donde el acceso tardío o nulo a controles y tratamientos sigue siendo la norma.
Los datos más alarmante del boletín:
– El 76% de los nuevos casos corresponde a personas entre 15 y 39 años.
– El grupo más afectado es el de 20 a 24 años, seguido por el segmento de 25 a 29.
– En la franja más joven, la incidencia es más alta en mujeres; a partir de los 35, predomina en varones.
Especialistas y entidades médicas coinciden en que el aumento responde a un combo de factores:
– uso insuficiente de preservativos.
– menor distribución de insumos de prevención.
– fallas en campañas públicas sostenidas.
– demoras en consultas y testeos.
– circulación de infecciones silenciosas, como la clamidia.
– alta transmisibilidad de la sífilis en sus primeras etapas.
La pandemia profundizó el problema al retraer controles, limitar el acceso a especialistas y subdiagnosticar miles de casos que hoy reaparecen en etapas más graves.
Qué es la sífilis y por qué preocupa
La sífilis es causada por la bacteria Treponema pallidum y se transmite, sobre todo, por contacto sexual directo con lesiones en genitales, boca o ano. También puede transmitirse durante el embarazo, provocando sífilis congénita, una de las principales causas prevenibles de complicaciones graves, muerte fetal y neonatal.
La infección avanza en etapas:
– Primaria: aparece una úlcera indolora que suele pasar inadvertida.
– Secundaria: lesiones en piel, fiebre y ganglios inflamados.
– Latente: desaparecen los síntomas, pero la bacteria sigue activa.
– Terciaria: sin tratamiento, puede afectar corazón, sistema nervioso y huesos.
Además, incrementa el riesgo de transmisión del VIH.
La aceleración de casos de sífilis en Argentina expone una deuda más profunda: la ausencia de políticas de prevención sostenidas, el retroceso en la educación sexual y un sistema de salud que no llega a tiempo.
A pesar de que la sífilis es curable, prevenible y detectable con un test rápido, el país enfrenta un brote que se expande justamente por la falta de acceso, de información y de decisiones políticas contundentes.
El desafío ya no es solo sanitario: es social, educativo y cultural. Y, si la tendencia continúa, sus consecuencias serán cada vez más difíciles y costosas de revertir.
