La psicóloga y socióloga Claudia Messing se refirió al síndrome de burnout y cómo se agrava en tiempos de crisis donde se incrementan los miedos a perder el empleo, autoexigencia y soledad interior. “El miedo a perder el trabajo genera un círculo que empieza con estrés y termina en desconexión y desmotivación”, alertó la especialista. En Argentina el 92% de los trabajadores afirma sufrir burnout.
El síndrome de burnout o “estar quemado” dejó de ser una excepción para convertirse en un fenómeno extendido, especialmente en un contexto de fuerte incertidumbre económica como es la actualidad.
Según un informe de la app Bumeran el 92% de los trabajadores en Argentina reveló sufrir burnout,un estado de agotamiento físico y emocional que suele manifestarse con cansancio extremo, apatía, irritabilidad y pérdida de motivación, suele avanzar en silencio y muchas veces no se reconoce hasta que los síntomas se intensifican, generando dudas sobre cómo afrontar el día a día profesional.
Según la psicóloga y socióloga Claudia Messing, en comunicación con Políticamente contó que existe “un miedo mucho mayor a perder el trabajo”, lo que intensifica la presión y alimenta un circuito de estrés permanente.
Messing señaló que a la tensión externa se suma la autoexigencia interna. “El intento de ser siempre el mejor profesional, el temor a no rendir lo suficiente o a perder el empleo generan un círculo que empieza con estrés y termina en desconexión y desmotivación”, explica. A ese punto, la persona ya no interactúa con su entorno laboral y “pierde la brújula”.
La simetría inconsciente: un cambio desde los años 90
La especialista trabaja hace años sobre el concepto de simetría inconsciente, un fenómeno que identifica en las generaciones nacidas desde la década de 1990. Según su análisis, estos jóvenes crecieron imitando a sus padres —incluso vistiéndose igual— pero sin internalizarlos como figuras protectoras.
“Se sienten autosuficientes desde muy temprano. Esa sensación de que deben poder solos debilita su capacidad de sostener las presiones externas, que hoy son mucho más altas”, advierte.
La incertidumbre como desgaste
La fragilidad de las expectativas también alimenta el burnout. “Antes, el esfuerzo garantizaba resultados. Hoy, para un joven, tener un trabajo estable o acceder a una vivienda es muy inestable. Esa incertidumbre permanente es un factor central del agotamiento”, afirma Messing.
Profesiones más expuestas y cargas emocionales
Las tareas que implican contacto constante con personas —salud, educación o roles sociales— están especialmente expuestas. Messing describe un fenómeno que observa con frecuencia:
“Uno llega al trabajo de una manera y después de hablar con un compañero se siente agotado sin saber por qué. Son cargas emocionales que se transmiten en el contacto y que deben ser detectadas”.
Ese desgaste emocional, que incluso puede aparecer como una herramienta de defensa para ‘desconectar’, termina generando más estrés.
Soledad interior y dificultades para pedir ayuda
Otro elemento que potencia el burnout es lo que la especialista denomina soledad interior, vinculada a estilos de crianza que privilegiaron la autonomía temprana.
“La soledad hace que todo sea más grave y que muchas personas no pidan ayuda”, sostiene. Por eso, considera esencial fortalecer la capacidad de poner en palabras lo que pasa y compartirlo con otros. “Hablar alivia muchísimo”.
Herramientas para frenar el desgaste
Messing recomienda en primer lugar reconocer los factores que generan desmotivación y desgaste, tanto internos como externos. Entre las claves que menciona:
- Identificar dónde está la autoexigencia y cómo se impone.
- Poner en palabras lo que se siente y apoyarse en vínculos cercanos.
- Descargarse físicamente, ya que el ejercicio ayuda a reconectar con el cuerpo.
- Reconocer cuándo uno deja de involucrarse, porque la pérdida de participación y sentido es un signo clave del burnout.
Equipos, políticas públicas y el rol del ocio
Para Messing, es fundamental dejar atrás la lógica de la autoexplotación, muy extendida en la sociedad actual. “Todo se traslada a la responsabilidad individual, pero es esencial que haya equipos que acompañen”, afirma.
Advierte además que la salud mental “se ha deteriorado enormemente” y que aún no existen políticas públicas suficientes para afrontar esta problemática.
Finalmente, destaca un aspecto muchas veces subestimado: el ocio. “El descanso renueva. Cuando la persona deja de resolver problemas y se da un espacio de relajación, se conecta consigo misma. Si no, se vuelve autómata”.
Incorporar tiempo libre, concluye, es esencial para preservar la salud mental.
