Tres ciudadanos argentinos que combatían en las filas del ejército ucraniano murieron durante un ataque ruso con drones en la región de Sumy, al noreste del país.
Los hombres, José Adrián Gallardo, de 53 años; Ariel Achor, de 25; y Mariano Franco, de 47, participaban de su primera misión en la denominada «línea cero«, el punto de mayor tensión en el frente de guerra.
Según las autoridades ucranianas, los tres se habían incorporado como voluntarios a mediados de septiembre y formaban parte de la Legión Internacional que agrupa a combatientes extranjeros.
Durante la operación, las tropas rusas lanzaron decenas de drones y bombas aéreas guiadas. En plena retirada, los argentinos habrían pisado una mina terrestre y murieron tras la explosión.
El jefe de la administración militar de Sumy, Oleg Grigorov, confirmó que el ataque fue parte de una ofensiva intensa del ejército ruso que incluso alcanzó a prisioneros de guerra del propio bando.
Ninguno de los tres argentinos tenía antecedentes en las Fuerzas Armadas nacionales. Se habían incorporado como voluntarios a cambio de una retribución mensual cercana a los tres mil euros, unos cinco millones de pesos, una práctica habitual entre los extranjeros que se suman a las filas ucranianas y que en muchos casos son calificados como «mercenarios».
Las muertes de Gallardo, Achor y Franco se suman a la del jujeño Emmanuel Vilte, de 39 años, quien había fallecido en julio pasado durante otro ataque con drones en la ciudad de Pokrovsk. Vilte había viajado a Ucrania en 2022, impulsado por la misma motivación económica y política que llevó a decenas de latinoamericanos a enrolarse en el conflicto.
El episodio vuelve a exponer el costo humano de una guerra que, a más de tres años de iniciada, continúa sumando víctimas y atrayendo combatientes de distintas partes del mundo en un conflicto cada vez más prolongado y desigual.
