
La crisis golpeó con fuerza a uno de los rubros más tradicionales del comercio minorista. En los últimos doce meses, 16.000 kioscos bajaron sus persianas en todo el país, lo que redujo el total de locales formales de 112.000 a 96.000, según datos de la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA) basados en registros del ARCA. Es la primera vez que el sector cae por debajo de la barrera simbólica de los 100.000 establecimientos.
De acuerdo con Ernesto Acuña, vicepresidente de UKRA, la fuerte caída del consumo es el principal factor detrás del derrumbe. Las ventas del sector se redujeron hasta un 40 % en los últimos dos años, con una baja de entre el 30 % y el 35 % en bebidas durante el verano. Cifras de NielsenIQ confirman que, solo en 2024, las ventas promedio cayeron un 16 %, con descensos del 17 % en bebidas, 23 % en golosinas y 11 % en galletitas.
Un factor que profundizó la crisis fue el aumento de los costos fijos: alquileres y tarifas de servicios (especialmente luz y gas) se dispararon. Los comerciantes denunciaron facturas de electricidad que pasaron de miles a cientos de miles de pesos, una suba extrema que muchos no pudieron afrontar. A esto se suma la competencia creciente de cadenas, farmacias, supermercados chinos y verdulerías que incorporaron productos tradicionalmente exclusivos de los kioscos, como golosinas, bebidas y cigarrillos, sin estar sujetos a las mismas regulaciones.
Frente al panorama adverso, algunos kiosqueros intentan reconvertirse ofreciendo café, comida rápida, panificados, librería o promociones con marcas más económicas. Sin embargo, estas estrategias implican inversiones y permisos que resultan cada vez más difíciles de sostener en el contexto económico actual.
Un sector que históricamente es un símbolo del comercio barrial, hoy atraviesa uno de sus momentos más críticos, con un futuro que dependerá de su capacidad para adaptarse y resistir en este mercado.