La nueva estrategia oficial concentra ventas en el mercado de dólar futuro, emisiones de deuda y operaciones en pases pasivos para absorber pesos y contener la divisa. Sin embargo, analistas advierten que esta intervención masiva no soluciona problemas de fondo y continúa erosionando reservas.
El Gobierno de Javier Milei activó una respuesta contundente en el mercado cambiario para frenar la escalada del dólar. En un solo día, se vendieron cientos de millones en contratos de dólar futuro, se absorbieron pesos a través de operaciones financieras del Banco Central y se emitieron nuevas Letras del Tesoro. El resultado fue una leve caída en la cotización minorista —hasta los $1.280 en el Banco Nación— que deja en evidencia un modelo de intervención intenso, pero sin soluciones estructurales.
Según fuentes del mercado, el dólar bajó desde un pico de $1.300 a $1.280 como reacción inmediata a la venta de futuros y la reapertura de instrumentos financieros. Sin embargo, la baja se sostiene sobre maniobras técnicas que no atacan el problema de fondo: la falta de confianza y la inestabilidad macroeconómica.
El Banco Central recurrió a tres vías simultáneas: intervino vendiendo contratos en el mercado de futuros, absorbió pesos mediante pases pasivos con los bancos y lanzó títulos en pesos fuera del cronograma habitual. La intención fue reducir la cantidad de dinero circulante, subir tasas y frenar la demanda de dólares. Pero sin políticas de fondo, todo indica que se trata de un parche más que de una solución sostenible.
Esta intervención además tiene un costo: las reservas internacionales cayeron otros USD 81 millones y se ubican en torno a los USD 39.000 millones. En un contexto en el que el acuerdo con el FMI exige mantener márgenes de reservas, utilizar esta vía para sostener el tipo de cambio genera más presión sobre la economía real.
Distintos analistas coinciden en que esta batería de medidas no resuelve los desequilibrios estructurales, y que el Gobierno está dependiendo cada vez más de maniobras financieras para sostener un esquema que empieza a mostrar señales de agotamiento. Sin ajuste fiscal real, sin estabilidad política y con un frente externo frágil, el dólar podría volver a dispararse con fuerza ante cualquier sacudón.
Las consecuencias pueden ser múltiples: desde mayor presión inflacionaria hasta un aumento del endeudamiento en pesos que complique aún más la sostenibilidad fiscal. Mientras tanto, la confianza del mercado sigue tambaleando y el Gobierno da señales de estar atrapado entre su discurso de “no intervención” y la necesidad de controlar un tipo de cambio que condiciona toda la economía.
Lo cierto es que la fuerte intervención para contener el dólar puede haber generado un respiro momentáneo, pero no resuelve el problema de fondo. En pocas semanas, si no hay cambios reales, el mercado puede volver a tensionarse. Otra vez, se gana tiempo con recursos que se agotan. Y el margen de maniobra, como las reservas, empieza a achicarse.