La crisis dentro del Ejecutivo nacional dejó de ser un rumor para convertirse en un hecho público y explícito. Este fin de semana, la vicepresidenta Victoria Villarruel profundizó su enfrentamiento con el presidente Javier Milei, a través de una serie de respuestas en redes sociales que confirmaron lo que desde hace meses se intuía: el vínculo político entre ambos está roto.
La ruptura no es nueva, pero los últimos acontecimientos marcaron un punto de no retorno. La aprobación en el Senado de un paquete de leyes que incluye mejoras para jubilados y personas con discapacidad, con respaldo del oficialismo y la venia directa de Villarruel, desató una reacción virulenta del presidente, que acusó al Congreso de impulsar una embestida contra el ajuste fiscal.
Lejos de retroceder, la vicepresidenta respondió a las críticas con mensajes que expusieron profundas diferencias sobre las prioridades del gobierno. En sus publicaciones, Villarruel dejó entrever que el rumbo económico del Ejecutivo está desconectado de las urgencias sociales y cuestionó el gasto en áreas sensibles como inteligencia y en los constantes viajes internacionales del mandatario. “Que ahorre en viajes y en la SIDE y listo”, disparó en una de sus respuestas. “Un jubilado no puede esperar y una discapacitada, menos”, agregó, marcando una línea política claramente distinta a la del Presidente.
Pero lo más llamativo fue el tono elegido: sin nombrarlo directamente, Villarruel marcó una clara distancia ética con el presidente y su entorno. “¿En serio yo me corrompo viviendo en mi departamento y de mi sueldo? ¿O se corrompe más quien viaja por el mundo, mete familiares, vive en un palacio y no sale de ahí para ver cómo lo pasa la sociedad?”, lanzó, en una frase que fue interpretada como una acusación directa hacia Milei y su hermana Karina, actual secretaria general de la Presidencia.
En otro pasaje, ante una crítica sobre su comportamiento, Villarruel respondió con contundencia: “Yo vivo en paz porque no robo”. El mensaje, que podría haber sido defensivo, sonó más bien como una denuncia velada contra el círculo presidencial.
Desde el entorno de Milei, la respuesta fue inmediata. Funcionarios cercanos y perfiles afines al oficialismo difundieron mensajes agresivos contra la vicepresidenta, acusándola de traidora, demagoga y de carecer de conocimientos económicos. Milei, lejos de moderar el tono, se sumó a la escalada compartiendo varios de esos ataques desde sus cuentas oficiales.
Este cruce expone un conflicto que ya no puede ocultarse. Villarruel no solo se desmarca de la gestión, sino que empieza a construir un perfil propio, más moderado y enfocado en las demandas sociales, lo que la ubica en un lugar incómodo pero estratégico dentro del espacio libertario.
El enfrentamiento, además, deja al descubierto una grieta política dentro del núcleo del poder que compromete la estabilidad institucional del gobierno. Mientras Milei insiste con un plan de ajuste sin concesiones, Villarruel se muestra dispuesta a plantear límites, aún desde adentro. Esa tensión, que hasta ahora era contenida, ya se manifiesta sin disimulos ante la opinión pública.